domingo, octubre 10, 2004

Simulador

Estaba ansiosa, buscando vivir, pregunté a mucha gente, nadie me ayudaba, hasta que un día sentada en un parquecito leyendo un libro llega un tipo, platicamos de cosas sin importancia, (interrumpió mi lectura y me molesté) no imaginaba que sería él quien me ayudaría a resolver mi problema, no sé en qué momento me decidí a preguntarle.

-¿Sabes en dónde puedo conseguir un simulador de vida? Tengo tiempo buscando y nada… me urge. Nadie sabe nada, venden de todo menos eso, hace días conseguí un manual de optimismo, una maquinita de sueños y una caja de deseos, pero nada sobre vida.

Se quedó pensando, como recordando y después de unos minutos soltó un:

-Mhmm… Sí, creo que sí, bueno, no estoy seguro, fui ahí hace años, buscando un banco de promesas, pero me encontré con Simulvida. Me arriesgué y compre uno, mira que funcionó.

Me dio la dirección, más bien, me dijo a señas, como llegar, -quedaba lejos- rayó la contraportada de mi libro, no me importó, con tal de conseguir lo que tanto anhelaba. Sabía que por fin lo tendría, imposible imaginar tal emoción. Nos despedimos, corrí hasta mi casa por dinero (¿Y si es muy caro?). Y de regreso ahí voy… ¡un taxi, un taxi, rápido! Cinco minutos tardó en llegar el muy cabrón, seguramente no sabía de la urgencia de mi caso.

Y así por fin llegué, un edificio de seis pisos, qué gran cosa, las paredes, grandes cristales que reflejaban las imágenes citadinas, gente, autos, más edificios, y en lo más alto ‘Simulvida’ con letras más grandes que yo. Esa empresa seguramente era muy eficaz, no correría ningún riesgo en comprar ahí mi simulador. Entré: Muchas salitas de espera, tapizadas de pura piel negra, algunas personas esperando por ahí, con rostros impacientes, una pecera gigante en medio, peces de muchos colores. Tomé una ficha y me senté a esperar mi turno. Dos horas tardaron en llamarme.

-Turno 122… pase por favor. Disculpe la demora, señorita, hay mucha gente esperando. Ahora la atienden.

Y me atendió una tipa vestida toda de negro. Grandes gafas, cara inexpresiva. Me dio un cuestionario, que tenía que llenar como requisito indispensable. No tardé mucho entregárselo, lo leyó y después de unos minutos.
-Bien, señorita, pasé a la caja a liquidar, aquí tiene su nota, después de eso, pase con el señor Andrade, él le entregará su simulador. Gracias por preferir ‘simulvida’.

¿Por preferir ‘simulvida’? -no había de otra-, pensé.
Pagué. Pasé con Mr. Andrade, cara de estreñido. Y me entregó la cajita. ¡Ay! Ahora sí, en mis manos estaba. Qué emoción más grande. Salí del lugar con una sonrisa de Monalisa. No, no, más grande, más expresiva y más evidente.

Después de atravesar la ciudad entera, por fin llegué a mi casa, ansiosa abrí el paquete, -que era del tamaño de una caja grande de galletas ‘marías’-, y saqué el tan deseado simulador de vida. Lo acaricié, lo besé, lo amé tanto. Comencé por leer el manual, no era tan complicado echarlo a andar, pero tenía que estar dentro del aparato para que funcionara. ¡¿Ay cómo me voy a meter en esa cosa más pequeña que yo?! Pero, como soy muy inteligente, lo conseguí. Estaba dentro. Y ahora sí, todo bien, estaba funcionando, de maravilla. Ah qué bien me sentía. La vida.

De pronto, comenzó a crujir, se movía, hacía ruidos raros, me zangoloteaba toda, todo salía mal, la vida ya no iba bien... Me espanté y de un salto salí del simulador. Vi que las pilas estuvieran bien colocadas, que no se hubiera roto nada durante el traslado, unos golpecitos –como a la tele cuando no quiere funcionar- Todo bien. Busqué el empaqué, ahí tenía que venir el número de atención al cliente, como todas las empresas tienen. Y entre tanto papelito, ahí estaba. Llamé.


- Servicio de Atención al Cliente de Simulvida. Le habla Maripili. ¿En qué puedo ayudarle?
- Mire, me vendieron un simulador de vida defectuoso. Al principio iba bien, pero luego, no sé, ya no funciona.
- ¿Ha leído ya el manual de uso?
- Sí, todo, completo.
- ¿Le ha cambiado usted de pilas?
- Sí.
- ¿Utiliza pilas homologas?
- Sí.
- ¿Le ha dado usted golpecitos?
- Sí, suaves.
- Déle golpes más fuertes. Patadas.
- Pero así lo voy a descomponer.
- De eso se trata, señorita. Gracias por utilizar el Servicio de Atención al Cliente de Simulvida.

…Chale




Gracias, Fabrica de las cosas pequeñas...

1 Comments:

At 11:08 a.m., Anonymous Anónimo said...

¡Auch!
Me hizo pensar, me hizo sufrir, me hizo reir.
Gracias.

 

Publicar un comentario

<< Home