domingo, octubre 31, 2004

Escritor de destinos

Era escritor de destinos, su trabajo consistía en escribir los destinos de las personas que creían profundamente en que su destino estaba escrito. Como podrán comprender, alguien tenía que escribir esos destinos y lo escogieron a el por su buena presencia y su magnífica calidad humana.
Todos los días su despertador sonaba a las a las seis y media de la mañana, tomaba un café solo bien cargado para espabilarse y se desplazaba hasta la oficina de destinos escritos. Durante el viaje leía novelas y relatos de aventuras, de grandes hazañas y viajes increíbles, lo hacía para inspirarse y más tarde, delante de las teclas de su vieja máquina, tratar de escribirle a cada persona un destino sorprendente y único. Pero claro, esto no era siempre posible, el tenía sus días grises y poco inspirados, como todo el mundo, y grises eran también los destinos que escribía en esos días. Esto lo hacía caer en galopantes depresiones debido a los remordimientos y a un enorme sentimiento de culpa.
Se había planteado el abandonar su trabajo, en retirarse para siempre y dejar de cargar con tan basta responsabilidad de una vez por todas, pero claro, pensaba, vaya usted a saber a qué desalmado pondrán en mi lugar, jamás podría perdonarme el que, a causa de mi debilidad, un montón de inocentes sufrieran crueles e injustos destinos.
Bastará con que abran un periódico o vean un noticiario en la televisión, para que deduzcan con facilidad que finalmente dejó de trabajar. En su lugar contrataron a un autentico hijo de puta, más barato eso si, la compañía decidió recortar gastos y por la mitad de lo que el cobraba no encontraron a nadie con su dedicación y calidad humana. Pero no quiero que piensen que el abandonó, que se dio por vencido, sería muy injusto por su parte, todo lo contrario, murió trabajando, curiosamente, en uno de esos días grises de los que ya les hablé anteriormente, se le traspapeló su propio destino y, sin darse cuenta, se escribió uno trágico, injusto y de efecto inmediato.