Dos pastillas para migraña, una foto rota y manchada, y tu recuerdo me quedan, pero ya no existen, esta noche tampoco me queda, la olvidaré pronto, será mejor así.
Eres la historia que no podré contar, porque no ocurrió jamás, porque aunque te toqué, te besé y te soñé, no paso en ningún tiempo.
Y en esta historia irreal miro mis manos y busco rastros de tu piel, cierro los ojos y veo los tuyos mirándome siempre así, siempre tan azules como el mar que tampoco me pertenece.
Duermo y sueño que todo sucedió, que te tuve una noche y que mis piernas abrazaron desnudas tu cuerpo desnudo. Y si callo, escucho tu voz diciéndome que soñaste que habría una vez más, que no sería la última que estaríamos juntos, pero eso no lo soñaste nunca, tampoco lo dijiste. Y siento en mis labios ese último beso que no me diste.
Tengo aún los brazos abiertos, esperando por ti, estoy rogando al cielo que no te conceda olvidar nuestra historia apócrifa.
Hoy me queda esto; la nada, la nada que podrías ser tú, me queda aún la sensación del sudor de tu rostro junto al mío, me queda tu aroma que nunca pude percibir, me quedan estas alas rotas que no pudieron volar a tu lado. Porque hay historias que si fueron posibles, que debemos proteger ocultando esta quimera que inventamos durante tantos años, historias que sí podemos contar… la nuestra no.